Recuerde:

"No existe el derecho a discriminar, discriminar no es una opinión, es un delito"

domingo, 27 de mayo de 2018

A propósito de las elecciones...

Estando a la distancia, escuché a muchos compatriotas decir frases como: "Si gana Petro/Duque, no regreso al país", así que, aunque ustedes no lo crean, las preocupaciones políticas atraviesan fronteras. 
No obstante, cuando les pregunté si habían inscrito la cédula para votar, me dijeron que no, entonces ¿a qué jugamos?

Cómo si no nos sobraran motivos para pelear, las elecciones presidenciales  se han vuelto un ring de combate, en el que hace mucho tiempo dejaron de enfrentarse las ideas y propuestas, y se volcaron en insultos y desprestigios.

Entre "nos vamos a volver Venezuela" y "yo por ese paraco no voto" parece que no tenemos muchas opciones, sin embargo, yo, que tuve la oportunidad de ejercer mi derecho al sufragio hace casi ocho días les puedo decir que tenemos por lo menos nueve, así que el tira que jala entre dos candidatos cual liberales y conservadores de la época previa al frente nacional, nos queda mal.

Ahora, las posibilidades de que un país se vuelque al comunismo en cuatro años es, por lo poco, inviable, no quiero decir imposible, porque no creo en imposibilidades... y el riesgo de tener un presidente sin aparente autonomía se me hace un deja vú.

Si a usted le interesan las soluciones extremas, vote por Vargas Lleras; si usted es de los intelectuales, pues vote por Fajardo; si usted es de los que apoyó el proceso de paz y cree en la gestión de De la Calle, marque su casilla; si su postura es un poco más radical y no tuvo la oportunidad de votar por Monseñor Ordoñez, pues vote por Viviane Morales; y si  le gustan las causas perdidas, vote por Trujillo.


El punto aquí es que no hay motivo alguno para desacreditar a los candidatos, máxime cuando ellos se desacreditan solos antes, durante o después de la campaña. Estoy segura que  su ayuda es innecesaria.  

En el país del Sagrado Corazón, no es de extrañar que aún se crea en la política y la democracia como forma de gobierno, entonces ¿por qué no creemos en nuestros vecinos, amigos y familiares? ¿cuál es la necesidad de crear barreras, simplemente porque no comparten una postura o no confiesan sus mismos ideales? ¿qué ganamos enemistándonos cuando la mayoría de nosotros no va a probar ni un gramo de mermelada del que gane?

Como casi todos los adultos -jóvenes-, comparto un grupo de WhatsApp con mis amigas, y ahí descubrí que cada una tira pa' su lao', nos reímos de las colombianadas, las respuestas y los memes de cada candidato, pero nunca he leído un comentario tratando de convencer a otro de cambiar su voto, o diciendo que está en un error al querer apoyar a X o Y persona, y creo que es así porque hace unos  años descubrimos, o por lo menos yo descubrí, que mi misión en la vida no es convencer a los demás de que estoy en lo correcto y ellos equivocados, es más bien, vivir de acuerdo a lo que creo y aceptar las consecuencias de mis actos, lo demás le corresponde al destino, Dios, Alá o como prefieran llamarlo.


Este domingo, vote, por el que crea, o incluso si no cree, pero vote, y después, vaya y salude a sus vecinos y colegas, porque de nada sirve llorar sobre la leche derramada decía mi abuela, y los colombianos lo aprendimos a las malas. Una vez se nombre el nuevo presidente, vuelve y juega. 

jueves, 19 de abril de 2018

Lo extraordinario




Recientemente descubrí que hay personas que no creen en lo extraordinario. Encontré esta idea increíblemente depresiva, pues toda mi vida he buscado aquello impensable. Si lo extraordinario no existe, entonces, ¿para qué vivimos?


Les cuento cómo pasó: hablando con una amiga por teléfono de temas varios, me contó que su hermana menor está preocupada por ella, porque a la edad que tiene -veinte y tantos- aún no considera la idea del matrimonio; para contextualizar, mi amiga esta en este momento soltera mientras que su hermana menor tiene una pareja “estable”, además de un trabajo operativo que le alcanza para sus gastos, y está lista para comenzar una vida al lado de este hombre. Algo respetable.

Mi amiga le aclaró a su hermana que no es que no quiera casarse, sino que no quiere conformarse con el primer hombre que llegue, “puede ser un muy buen hombre – me dijo- , pero si no es lo que busco, ¿por qué he de conformarme con alguien que solo es ‘bueno’?”.

Al parecer, su hermana la culpa de su propia soledad, pues tiene muy altas expectativas con respecto a los hombres, y a la vida en general. Para su hermana, ella está pidiendo demasiado. 

Hasta la fecha, nunca había puesto en duda aquella enseñanza de mi papá de que uno siempre debe procurar lo mejor: una mejor vida, un mejor trabajo, mejores relaciones sociales y personales. Sin embargo, la conversación de hoy me sumió en la desesperación y  a la vez, en una infinita tristeza; esto último producto de la epifanía que trajo consigo: existen personas que, genuinamente, no creen en cosas extraordinarias, en amores extraordinarios, en una vida exuberante, y no me refiero al sentido económico de la palabra, sino a unos días llenos de alegría, excitación, riesgos, logros y fracasos, con muchas enseñanzas y moralejas. O, tal vez, no es que no crean en lo extraordinario, sino que creen que esas oportunidades no son para ellos. Sinceramente, están convencidos que eso es para las Kardashian y demás famosos e influencers con vidas perfectas. 

¿Estaré equivocada? ¿Estamos destinados a una vida común y poco memorable? ¿Debo conformarme con encontrar a un hombre medianamente bueno, o debo apuntar por una persona apasionada por lo que hace y por mí? ¿Debo conformarme con un trabajo que detesto, o salir a buscar y hacer aquello que me haga feliz? ¿Debo resignarme a vivir con gatos?

La respuesta a esta última pregunta es: Sí, amo a los gatos y viviré con muchos de ellos. Con respecto a las otras, hice una pequeña investigación en mi grupo social -escribí en el chat de whatsapp de mis amigas-, y como resultado de  mi exhaustiva investigación, puedo decir con un 100% de certeza que sí existen cosas extraordinarias. Merecemos una vida que valga la pena vivir.

Concluí que soy una persona extraordinaria y merezco lo mejor del mundo, pues para eso me he educado, he trabajado y me he preparado, no solo profesionalmente, sino personal y espiritualmente. E independientemente de todo aquello que podría haber logrado en mis cortos años de vida, como seres humanos que somos, merecemos vivirlo todo y al máximo.

Si usted es una de esas personas que no cree que merece algo extraordinario, mi humilde consejo es el siguiente: rodéese de personas extraordinarias,  de verdaderos amantes. Al final, ese amor por existir y no solo por subsistir se termina pegando a la piel y al alma. Y quien sabe, tal vez termine cambiando de opinión y de vida.